Por Enrique Viloria
Razón tenía el sabio Erasmo de Rótterdam, hay locuras que no pueden sino elogiarse por su capacidad para volver locos a los demás, mientras el propio orate se espepita y dice lo que se le ocurra por donde sea, a cualquier hora y por no importa cuál de las sinrazones.
Los sensatos bolivarianos no tienen cerebro para comprender los profundos laberintos de la enajenación que se anida en el lóbulo izquierdo de la llanera perturbación histórica.
Mucha razón tiene para sí mismo – cree él - quien no la tiene, porque carece de capacidad para comprender el entorno real y piensa juiciosamente, en su enajenado criterio, que la realidad es como él la ve o, peor aún, como él desea que sea.
Hay locos de locos, locuras de locuras, pero ninguna tan publicitada, loada, tan alabada, como la de nuestro locato encadenado de todos los días que tantos Erasmos tiene en tarjetones, consejos, diputaciones y casernas.
http://www.analitica.com/va/politica/opinion/9510055.asp
Razón tenía el sabio Erasmo de Rótterdam, hay locuras que no pueden sino elogiarse por su capacidad para volver locos a los demás, mientras el propio orate se espepita y dice lo que se le ocurra por donde sea, a cualquier hora y por no importa cuál de las sinrazones.
Los sensatos bolivarianos no tienen cerebro para comprender los profundos laberintos de la enajenación que se anida en el lóbulo izquierdo de la llanera perturbación histórica.
Mucha razón tiene para sí mismo – cree él - quien no la tiene, porque carece de capacidad para comprender el entorno real y piensa juiciosamente, en su enajenado criterio, que la realidad es como él la ve o, peor aún, como él desea que sea.
Hay locos de locos, locuras de locuras, pero ninguna tan publicitada, loada, tan alabada, como la de nuestro locato encadenado de todos los días que tantos Erasmos tiene en tarjetones, consejos, diputaciones y casernas.
http://www.analitica.com/va/politica/opinion/9510055.asp
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